domingo, 3 de enero de 2010

Escenas previas al último respiro de cordura.



Y mirá que anoche soñé que se me dañaba la cámara. Se le desbarataba el lente. O un anillo que amarraba el lente. Y que el lente no era uno sino que eran varios, como 5. Eran lentes delgados, como lupas y como se soltó el anillo que los amarraba, se juntaban todos los bordes de esas lupas y se veían en las fotos que uno tomaba... Más raro.
También soñé que estaba como en una fiesta y estábamos todos los amigos pasándola bien y llegó un grupito de amigos de un amigo mío y ellos sí eran como muy decadenticos. Como muy de bromas pesadas y comentarios malucos y aparte se reían muy duro… en fin. Yo me parché con ellos y tenía la cámara al cuello y cuando la conversación murió yo empecé a examinar la cámara a ver si la podía arreglar y uno de ellos se me sienta al lado a mirar yo qué estoy haciendo y al rato, como a los quince minutos, me pregunta que dónde compré ese lente. Vino con la cámara, le digo. Y me dice él: Ah, ese lente es una chimba. Dejáme yo veo. Y entonces cuando le entrego la cámara suelta una carcajada y la tira por los aires a uno que está de espaldas al otro lado del cuarto y se voltea en el momento justo para recibir la cámara y entonces la coge en el aire, la examina y dice: No, por esto no nos dan pero nada. Mírele ese lente como lo está.
Yo que me las huelo en el aire y que siempre estoy pensando lo peor, ato los cabos mentalmente y en el acto sé: que esa gente maluca vino a cagarnos el parche y a robarme la cámara para venderla, por ahí derecho. Y a la velocidad del rayo cruzo miradas con una pelada de la gallada maluca que de inmediato sabe que yo descubrí los planes de la manada. Y entonces muy oronda, muy dueña de la palabra, muy dueña del pedacito itinerante por el que pasa y de todo el recinto, se levanta del puff rojo en el que ha estado echada toda la velada y con todo y sus crespos cortos, su piel morena, sus ojos grandes, sus curvas acaloradas, su tatuaje en la espalda y su voz ronca, articula lo que para mí es la más profunda humillación: Hey devolvele la camarita a la polla que está que llora.
Y mientras yo me derrito de la pena, se forma una carcajada general que va en un evidente y ensayado crescendo de burla grupal que se extiende por dos o tres minutos y termina con suspiros de dolor en el vientre de las chicas y groserías de los chicos. Luego de una brevísima pausa, la amazona humilladora se acerca al de los sensores en la espalda y con un jueguito en el que se acerca toda ella a todo él, le arrebata la cámara, se voltea y lo empuja hacia atrás con un leve –levísimo- movimiento del culo. Se dirige hacia mí y me clava los ojotes negros y a mí me invade el temor, porque esa vieja es una bruja y ella sabe que yo sé de su verdadera identidad. Entonces se ubica como a treinta centímetros frente a mí y me entrega la cámara con un golpe seco que yo amortiguo en el pecho y me dice con la misma voz ronca y segura de que todos la oyen a pesar de que ha bajado el volumen de la voz: tenga su camarita, pa que no chille.
Entonces, yo cojo la cámara con las dos manos y no le quito los ojos a los ojotes de ella, que se voltea con la misma parsimonia con la que se acercó y se aleja para sentarse en el puff rojo de la esquina.
Luego de esto, laguna sueñal. Pasan varias cosas, pero no pasa nada. Yo como que pude salir a donde estaba el resto de la gente y recriminarle a mi amigo, amigo de la gallada maluca, por qué los invitó o bien pude quedarme adentro tratando de arreglar la cámara o pude haberme despertado y haber ido a hacer chichí. No sé qué pasó. El caso es que cuando seguí soñando yo estaba otra vez en la salita con los de la gallada maluca, pero ya había como entrado en confianza con algunos de ellos. Y bueno, estábamos ahí en el relajo general, la música sonando, algunos bailaban y así, cuando pasa uno de rastas (que había estado conversando con la amazona un montón de rato) con una bandeja como con quince jeringas, diez bolsitas con un polvo amarilloso, cinco cucharas, tres candelas y un paquete de Marlboro rojo. Se para en la mitad de la sala y los trece integrantes de la gallada maluca –incluída la amazona- lo miran como perros desnutridos ante un opulento banquete canino, babeándose y temblando; se aclara la voz y dice: Bueno mis amores. Aquí les traje este regalito. Hache pal que quiera y Marlboro pal que no quiera Hache.
La gallada dura en un micro letargo en el que rápidamente se establece quién se shutea primero, quién después y quién va por los cigarros y luego de la distribución mental de los turnos y sincronizados como hormigas, empiezan sus labores de inyección. Caen los primeros cinco al suelo, extasiados, plácidos, con la vista fija en un punto que no es de este mundo; cuando la amazona se acerca a la bandeja para prepararse su jeringuita. Dice con la misma propiedad sobre cada palabra que concibe: a la pelaíta, sí a la fotógrafa, ofrézcamele malborito, que vea como puso los ojitos con todo este circo. Algo pasa. En esta ocasión no todos la oyen y no todos se ríen, porque unos ya están en otro mundo y otros aunque siguen en este, se nota que son de los que no siempre le celebran las burlas a la amazonita, a la que le perdí temor luego de verla toda babeada cuando el de rastas llegó con la heroína.
Entonces yo me paro de la butaquita en la que estoy sentada y me acerco a ella, más bien a la bandeja y cojo una de las candelas que nadie ha utilizado aún, para prender el cigarrillo que saco del medio paquete de Marlboro rojo que tengo en el bolsillo de atrás. La miro a los ojos –ya de tamaño normal- mientras prendo el cigarro y le digo: Mis malboritos los compro yo. Pero ella ya no me escucha, la mirada se le quiebra en treinta y cae al abismo orgasmal en el que la espera el resto de la gallada maluca.
Miro alrededor y todos están en una laguna virtual, moviendo pies y manos al son de una canción inaudible. Me fumo el cigarro de pie, en la mitad de todos esos cadáveres y noto que las cenizas están cayendo en la cara de la amazona. Me acabo el cigarro y me voy para afuera, donde el ambiente es más festivo.
Luego, algo pasa y me voy para adentro, pero esta vez con un amigo de otro amigo. Yo me voy para el baño y cuando salgo veo a este man con dos jeringuitas de Hache, listicas para ser engullidas. En tres milisegundos tengo al individuo éste apuñalándome en el cuello y estripando todo el contenido de la jeringuilla en mí.
Yo con los ojos muy abiertos, camino tropezando hasta afuera donde está Luis, mi mejor amigo. Llego donde él y lo abrazo y entonces siento un palazo detrás de las rodillas que me tira al piso y me llevo a Luis conmigo al suelo y él sin saber qué pasa, nervioso y con la vista clavada en mis ojos, me pregunta: Marica! ¿Qué te pasó? -mientras trata de levantarme. Y yo con la voz entrecortada le digo: Esa gente me chuzó, algo me metieron y me siento muy rara. Lúi, ayudame, Güevón. Él me abraza, me dice que tranquila y yo que sentía tanto miedo, por lo escabroso de la puñalada, por verme en medio de la decadencia de la gallada maluca, fastidiada por el olor a tabaco en mis dedos y mi en mi boca y en mi pelo; yo que tenía tanto miedo, me desplomo completa sobre el suelo y caigo en una nube rosada con la boca llena de algodón de azúcar, con dos bolas de plastilina amarilla –una en cada mano- que apreté por completo, con el sabor del vino en la boca y con los mil orgasmos simultáneos de los que tanto hablan.
Después de un rato, pienso que morí. Y después de otro rato me acuerdo que estoy soñando y en el mismo sueño, con el último respiro de cordura, pienso para mis adentros: juepucha, qué sueño más raro.

Vea otras fotos aquí.

6 comentarios:

  1. Raro, rarísimo, pero buenisimo también! ni parpadie! :)

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  2. jajaj lo que querés es hache!!! jajaj ;) me gustó harto como lo contaste... está genial!

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  3. ¡Qué envidia! Hace mucho no tengo sueños con tantos detalles.
    Saludos.

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  4. Rake: Gracias :) Para mí es muy importante tu opinión! mmmuá.
    Kat: jajaja. No, no. Cualquier parecido con la realidad es pura casualidad.
    C. : Hay que concentrarse, para recordar, porque uno siempre sueña.

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  5. uno a esas brujas las reconoce ahí mismito.
    me encantttó!

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