domingo, 25 de julio de 2010

Radio Cosas. Octava Edición: Atención Medellín, ¡nos están invadiendo!



Vienen estas damas (porque son unas damas: jamás dicen groserías, jamás abren las piernas. Dios las vigila) de a una o en manaditas de a cuatro integrantes, lideradas por la de mayor rango que generalmente tiene el traje más cuquita, mejor planchado, mejor almidonado. Más recta, cuadriculada y erguida que el resto de las tres acompañantes. Se movilizan en mini-vans de puerta corrediza en las que van a paseos dentro y fuera del área metropolitana. Llevan mercado, una o dos guitarras, ollas y ropa en bolsas marcadas. Se les ve en el parque de las aguas leyendo libros y vigilando muchachitos, se les ve en el jardín botánico caminando con parsimonia. Yo he tenido el horror de encontrármelas hasta en la sopa.

El otro día a las 2:30pm durante el break de almuerzo en mi lugar de trabajo, me encontraba muy feliz degustando las delicias que Pluma Blanca preparó para los comensales. Yo estaba en la parte inicial: comiéndome, con una cuchara de agarraderita cuadrada, una sopita de verduras sumamente reconfortante, cuando de repente sentí algo raro en la boca. Paré de masticar, me metí la mano a la boca, en busca de un huesito, o una espina, o un palito de madera que –pensé- probablemente se le callera al chef dentro de la olla. Descomunal y mayor fue mi sorpresa cuando de mi boca saqué una monja masticada. Me la saqué de la boca con despacio, y cuidando de no irla lastimar la puse sobre la mesa y vi como se sentaba asustada sobre mi servilleta. La encerré en un vaso de cristal como a una mosca, y ella, asustada, corría hacia un afuera que el vidrio del vaso no la dejaba alcanzar. Desde ese mismo afuera al que ella quería llegar, yo le hablaba con tranquilidad. Le dije: Monja, siéntese, cálmese. Le voy a decir un par de cosas.

Empecé por decirle lo molesto que me resultaba ver a las monjas siempre con cara post-orgasmo sabiendo que, en teoría, ellas no debían conocer de qué se trataba este maravilloso fenómeno físico. Le manifesté lo terrible que era para mí ver a las monjas en todo contexto, en todo momento y lugar, en toda circunstancia. Le expliqué que de un tiempo para acá, no he hecho sino ver monjas en todas partes. Le conté de esa vez que iba con mi papá en el carro y había un trancón enorme y durante el eterno trayecto tuve que lidiar con una van repleta de monjas cantando canciones de dios al son de una guitarra mal sonada por la monja más gorda que venía atrás. Le comenté de la variedad de monjas que he visto durante los últimos dos meses: le mencioné las amargadas a las que la gente les cede los puestos en los buses, las sonrientes que se creen amigas de todo el mundo, las rechonchas que van acaloradas y de afán por las calles, las visajosas que rezan el rosario camándula en mano, las monjas negras, las chiquitas, las viejas y otro grupito de jóvenes que aún no se definen y andan de la mano de monjas, con falda gris, camisa blanca y un crucifijo del tamaño de Medellín.Yo iba subiendo el tono cada vez que recordaba el sinnúmero de ocasiones en que me he encontrado monjas vagando por la calle, pero más lo subía al ver como la monja esta asentía sonriente a medida que yo me emputaba más.

Luego, no resistí y le solté todo mi trauma. Le dije como aún hoy no supero que por una hijueputa monja frígida, cuadriculada, de ojos azules, boca pálida, bozo rubio y acento español, yo no me haya graduado del colegio con mis compañeritas entrañadas, en una celebración que implicaba el primer gran triunfo de una serie de triunfos que comenzarían con ese día sublime en que triunfante, subiría al estrado a recibir mi diploma de bachiller, a restregarle a la de inglés, a la de sociales, al de física y a ella, más que a nadie a ella, Madre Magdalena, que mis fechorías y vagancia no superaban mi intelecto y que con todo y tooodos los 5 años de lidia, lograba ese día desfilar por la pasarela de los diplomas.

Después, tomé agüita, (ya el almuerzo se me había enfriado después de toda esta retahíla) conté hasta diez y le dije: Lo que más me indigna, es que usted sin más descaro, haya tenido la osadía de aparecerse en mi sopa. La monja me miró confundida, evidentemente no sabía cómo había llegado allí. Yo le dije que siendo la vida injusta como es, que teniendo que haber pagado yo por la negligencia de una colega suya y necesitando yo, más que nada en ese momento de euforia, una simple venganza la iba a quemar con una lupa con los rayos del sol, para que viera la luz y así lo hice. Faltaba más.

domingo, 4 de julio de 2010

Después de dar muchas vueltas, creo que paso siempre por el mismo punto.

Ya pasé por este edificio. Lo sé porque la primera vez que pasé noté las rejas rojas de la ventana del primer piso, que resaltan sobre las rejas negras del resto de pisos y pensé que no es normal que una reja sea de un color y el resto de rejas, sean de otro. Pensé entonces que ese no debía ser un apartamento sino que debía ser la recepción, o la oficina del administrador, o una salita para que las visitas esperaran sentadas a que el inquilino o inquilina al cual visitaban, vía citófono, avisara al portero que podían seguir.

La segunda vez que pasé vi un gato asomado por la ventana que en esta ocasión estaba abierta y noté que detrás de la reja roja había una cortina de flores que ondeaba con el viento y dejaba ver hacia adentro donde había muebles de sala con un estampado extraño que no alcancé a distinguir desde afuera. Un estampado de cualquier patrón diminuto, bien pudo ser de flores o pajaritos. Yo creo que era de flores, pensado así para que saliera con las cortinas. Sobre el sillón de estampado de patrón de flores o pajaritos, había un cuadro grande de un paisaje holandés, al parecer. Era un afiche enmarcado de esos que venden en semáforos, o en aceras del centro, sin duda. Definitivamente no era una pintura real.

Después de siete o doce vueltas, construí la casa entera. Tenía cuatro habitaciones temáticas, una cocina integral con papel de colgadura traído directamente desde cualquier país que marque tendencia en diseño de interiores, había un patio en el que se secaba ropa de diseñador comprada por internet, dos baños con tina, uno de ellos con un espejo de bordes de bombillos y el otro con un espejo en el techo. También al entrar a la casa, justo al frente había un espejo que da la sensación de doblar el espacio, haciendo que la casa se vea más grande. Me gusta esta casa y quisiera vivir aquí.

Pero después de treinta vueltas y de haber metido a una azafata sonámbula, a un estudiante danés que vino a aprender español y a una divorciada con su gata, creo que tal vez no sería buena idea vivir en la habitación que está vacía y que ofrecen en alquiler en un letrerito de letras rojas que cuelga de una pitica directamente de una baranda de la reja roja. No, yo no viviría en esa casa. No después de saber que María, la azafata sonámbula, en la noche del primer jueves de cada mes se levanta dormida y desocupa la nevera dejando sin provisiones al resto de inquilinos. Le gusta tirarlo todo por el sanitario y al otro día siempre hay que llamar al plomero y luego hay que ir a mercar. Lo que en los primeros dos meses de su llegada a Colombia, emputaba enormemente a Asger, el danés, que directamente desde Dinamarca, había traído provisión suficiente de pastelitos de hierba fina para seis meses, preparados por su mamá Cecilie, empacados al vacío por su papá Emil, con una técnica de conservación de alimentos inventada y patentada por su tío Lars Von Trier, Spueck, Spitch, o el que fuera, que permitía que la comida perdurara fresca durante meses enteros. Realmente hubo grandes problemas esos dos primeros jueves. Ya para el tercero Asger fue inteligente y guardó en la caja fuerte de la sala las veintitrés bolsitas de pastelitos de hierba fina que sobrevivieron a los episodios sonámbulos de María y que permanecieron encerrados durante tres semanas luego de que él conociera los buñuelos de La 33 y olvidara la clave de la caja. Tres semanas después cuando la gata de Miriam la divorciada llevara tres semanas desaparecida, Asger quiso comer un pastelito y recordó que la clave estaba escrita en la parte de atrás de su pasaporte, dichoso y hambriento abrió la caja, encontrando a la gata de Miriam, pero no a los pastelitos.

Para la vuelta número sesenta y tres, la casa estaba regida por la energía del aterrador ser que salió aquella tarde de la caja fuerte. La gata de Miriam, conocida cariñosamente como Bolita, por su carita redonda, era ahora una criatura esquelética, huesuda y aterradora que había logrado sobrevivir al encierro de tres semanas sin sol y agua teniendo como único sustento veintitrés bolsitas de pastelitos daneses de hierba fina. Bolita dominaba las mentes de María, Asger y la pobre Miriam, que si bien tenía ciertos privilegios, corría con la peor parte de las labores, era a ella y no a otra a quien le trocaba preparar veintitrés bolsitas de pastelitos daneses cada tres semanas para alimentar a Bolita que ahora tenía el tamaño y la forma de una persona adulta promedio, conservaba su monstruosa y decrépita cara felina y los obligaba a actos impúdicos como tragar pelo, defecar en cajas de arena y andar con sonajeros colgando del cuello.

En la vuelta ciento treinta y cinco, los inquilinos descubren que el tío de Asgner utilizó material radioactivo en la fabricación de las bolsas y los conservantes de alimentos. En la vuelta doscientos veinte Miriam muere por toxoplasmosis. En la vuelta doscientos veintiuno yo ya no quiero pensar más en esa casa. Temo por mí, temo que me vean desde adentro. Quiero saber cómo no pasar más por aquí. Después de la vuelta trescientos ochenta y seis, decido entrar y preguntar por el anuncio en que ofrecen una habitación que está disponible.

Un hombre negro, grandote, abre la puerta me saluda sonriente, me invita a pasar. En la sala está Anita, una señora con cara de abuela que me saluda sonriente y tiene una gata en las piernas, en una habitación está Ike una joven inmigrante alemana que me saluda sonriente. La habitación disponible es perfecta, tiene vista al mar, piso de ajedrez, un baño con espejos en el techo, un cuadro con un paisaje danés, no holandés, y creo que pasaré la noche acá.

martes, 1 de junio de 2010

Odio la changua.

Este muchacho se entera de que el papá de la muchachita que grita a su lado en el bus murió en un mar de leche y siente pena por ella. También piensa que un mar de leche es algo muy parecido a una changua, y siente más pena aún. Sabe que el papá de la muchachita murió en un mar de leche porque le ve la cara, que es absolutamente hermosa y piensa para sí: Esta muchachita tiene cara de que el papá se le murió en una changua. Lástima que grite tanto, porque es absolutamente hermosa.

Avanzan tres cuadras y el cotorreo de la muchachita cada vez es más interesante. Ella está hablando con quién sabe quién acerca de alguien que se ganó una rifa en la que no había participado. Este muchacho atribuye el hecho a un fraude o una extorsión y detiene en seco su pensar. Ahora piensa que Hollywood le ha hecho daño, que debería leer más y que sin duda debería besar a la muchachita a ver si se calla de una buena vez.

domingo, 2 de mayo de 2010

shhh,

Esta mañana me he levantado y al tratar de hablar descubrí que se me acabó la voz.
No dudo. Fue esa vez que hablé horas interminables de la devastadora situación política de los países más pobres de África.
Odio haber hablado tanta mierda.

lunes, 26 de abril de 2010

Bicho. 1:42 am.


Bicho:
Después de mucho luchar moriste patas arriba.

Y yo que te escuchaba desde acá no fui capaz de levantarme y matarte , por dos razones lógicas que se complementan. Es sencillo: Por estar haciendo la tarea de la lista de Schindler, estoy ocupada y no puedo perder tiempo valioso levantándome a matarte. Y por otro lado, al estar haciendo la tarea de la lista de Schindler, me deprimo por la muerte y no quiero matarte. No puedo, Bicho.

Pero Bicho, siento que agonizaste tanto tiempo boca arriba y te dolió, me siento responsable.

Y te confieso que en otra vida, de tener la oportunidad de matarte, no dudaría, Bicho: te mataría.

Descansa en paz y por favor aléjate de mis sueños.


domingo, 25 de abril de 2010

Radio Cosas. Séptima Edición: Aquí cabemos todos.


Yo veo un mapa y creo entender un poco cómo funciona el mundo y la distribución de terreno, riquezas, playas, plata, gente, bla. Interesantes tópicos de los que hablaré otro día. O tal vez no.

Me quedo con los mapas y lo aleatorios que son. Me impresiona que delinear la tierra haya costado tanto dolor en las personas que lucharon por defender el ideal de otros más avispados que supieron mover peones para lograr su cometido: derrotar a muerte al enemigo y hacerle saber quién es el más fuerte y como recompensa debe recibir un premio de 80mil hectáreas de tierra presta para ser explotada. Le pegaron al gordo y corrieron la cerca lo que se les dio la gana. Luego alguien gritó: ¡Fuera Españoles! Listo: de aquí para allá Colombia, hasta por allá Venezuela, en esta esquinita Ecuador, por allí derecho Chile, Argentina abajo, Brasil a la delantera y aquí en la mitad Bolivia y Paraguay. Listo, hagan el mapa. Llevémonos bien, pero si se les ocurre correr la cerca, sangre correrá también.

Organizan ejércitos y se ladran duro. Por ahí de vez en cuando los presidentes se insultan y los lugareños reniegan de lo que no saben a cerca de las diversas situaciones políticas de los países aledaños. La gente entonces empieza a crecer con el orgullo de ser colombiano, venezolano, argentino, lo que sea. Y es una situación que me gusta analizar también porque definitivamente considero como azar el lugar en el que cada persona nació, precisamente porque las líneas divisorias de los países fueron hechas por otras personas que querían repartirse terrenos, explotarlos y llenarse los bolsillos.

No reniego de mi país, pero sentirme orgullosa de ser colombiana y desdeñar a los bolivianos, peruanos, venezolanos por sus dirigentes me parece absurdo. Y por eso callo cuando las discusiones de cafetería desbordan en una palabrería que menosprecia al prójimo latino por haber nacido en otras coordenadas. Gente tonta, villana y deslumbrante hay en t o d o el mundo. Ya.

Tampoco reniego Latinoamérica, nos ha tocado duro pero la gente igual vive y sí, el que no vive, muere. Simple. Como en todo lado. No reniego de Estados Unidos y su hambre de poder, porque me gusta el pop. No reniego de Europa y sus intelectuales arrogantes porque han sentado las bases del conocimiento por siglos. No reniego de oriente y la brutalidad de algunos de sus asesinatos, porque valoro su espiritualidad.

Ahora viene el gran pero. Y es que nadie está conforme. Pero esta inconformidad con la geografía social radica en el hecho de que las personas no se sienten muy felices desde el interior y entonces se inventan guerras, pleitos y demás achaques que terminan en problemas realmente graves.

Y aquí se enlaza lo que a primera vista parece que fuera un problema geopolítico, con el mágico mundo de la realización audiovisual y todo se debe gracias a que la vida latinoamericana es una telenovela. Nos gusta el drama, repartir herencias, recoger gamines y vestirlos bonito. Nos gusta la gente pobre que a punto de morir de hambre se gana la lotería. Nos gustan las parejas en las que el hombre traiciona a la mujer con su mejor amiga de la infancia y las deja preñadas a las dos al mismo tiempo. Hablo por mí y todo aquel que disfruta con Jorge Barón, Laura en América, Lady Noriega y Luz Clarita y siente cierto tipo de placer. Latino y culposo. Porque disfrutamos con lo que la gran mayoría agacha la cabeza pero que nos sirve para ver cómo es que fluye la vuelta a lo largo y ancho de este lado de América, tan alegre y jovial.

Esto no es más que mi pretensión de manifestar la alegría corporal que me genera la cumbia, la vista al mar, la mentalidad abierta del latino que se quiere expandir y que es consciente de que para el progreso, es más que necesario derribar barreras y sumarnos a una misma voz latina, rica -inmensa y cochinamente, rica- en recursos, pero pobre en iniciativas.

Bienvenidos gringos que gozan con la pobreza del tercer mundo. Bienvenidos latinos que quieren ser gringos. Bienvenidos latinos que aguantan hambre, agachan la cabeza y quieren ser europeos: aquí cabemos todos.

domingo, 14 de marzo de 2010

Dreaming Primavera.

Grabación del Videoclip: Dreaming Primavera de
Puro Feeling Groove Station

Realización:
Eric Ramírez, Julián Loaiza, Juliana Ruiz (yo!)
Medellín, Febrero de 2010.
:D

martes, 2 de marzo de 2010

Radio Cosas. Sexta Edición: Todos envejeceremos, no sin antes ser jóvenes en un río.

Veo señoras que conozco ataviadas bailando, sacan la colita, se muerden la boca pintada de rosado o anaranjado y con las manos sostienen una cerveza, o una mazorca y con la otra mano señalan lo que para ellas merece tremendo énfasis en cualquier canción de balneario.

En la piscina están los 3 hijos de cualquiera de estas señoras, acompañado de sus 7 primos, y los 13 amiguitos que conocieron más temprano ese mismo día. Los 23 niñitos ya se hicieron pipí en el río y aunque todos lo saben se esmeran en negarlo, habrase visto mayor desfachatez.

En el río, pero en la parte más retiradita, está esta hermosa adolescente a quien le gusta la salsa, lleva 2 meses con su novio, planea graduarse en octubre y casarse con él en diciembre. Ella sueña con poder llevar a sus hijos y sus nietos a este mismo balneario y se ve así misma relatándoles la historia de cómo su padre/ abuelo la sedujo una vez en ese mismo lugar 15 años atrás.

Ella, convertida en una abuelita, gozará con la visita de cada domingo de sus 7 hijas y sus 11 nietos correteando por toda la casa, cocinará para todos y nunca, nunca se quejará delante de nadie que no ostente el título de marido, es decir, el joven que en este momento le besa la oreja y le dice cochinadas, pero –eso sí- bien pasitico para que el papá que está detrasito de ellos vigilando lo que hacen no se entere, no se enfade y lo siga queriendo siempre para hablar de fútbol y de política así terminen peliando siempre.

Una de estas señoras descarga el esqueleto de la mazorca en una mesa blanca marca rimax, se dirige hacia el asador improvisado en dos ladsrillos y unas cuantas varillas y voltea los trozos de carne de cerdo que ya casi van a estar. Con esa vocecita de mamá que está pasando bueno, que está un poco muy ebria y que está tan feliz, tan gratificada con toda su familia por celebrarle el cumpleaños en el lugar en el que aprendió a nadar, llama a sus hijitos a que vengan y coman de esta carne tan deliciosa que trajo el tío Eduardo. Llama a Luis Iván, a Jorge Edgar, a Miguel Alejandro, a Victoria Isabel y a Juliana Andrea y a cada uno les sirve una generosa porción de papa salada, carne asada, mazorca asada con mantequilla y sal, yuca frita, pedacitos de chorizo y patacones finamente salados. Una porcioncita de ensalada, porque es que a los niños casi no les gustan las matas y del cooler agarra otra cerveza para que no se le baje el ánimo.

Don Carlos, sobándose la panza la besa por detrás de la oreja y picaronamente le dice, espere y verá mija, que vea lo que le compré. Ella sonríe, se voltea y en ese momento suena una canción de Pastor López que los dos se saben de a pedacitos, que bailan completa y disfrutan como nunca.
Los niños, terminando la ración que parecía interminable de tanta fritanga, se disponen a lanzarse uno a uno al agua y en medio de la bulla general de todos los tíos, claramente se oye la voz de la tía Fanny, que puede que no sea la más bonita pero sin duda es la más agraciada, alcahueta y coqueta: No se pueden meter ya niños, se tuercen. Vengan bailen un ratico, reposen! dicha esta línea y con la mano derecha después, se lleva a la boca pintadita toda de rojo un cigarrillo marca President que sopla muy sensual al ritmo de cualquier otra canción de Lisandro Mesa .
Los niñitos, todos frustrados deciden jugar a la lleva. Y empieza el correteo, por aquí por allá hasta que Sara Isabel se cae, se raspa toda y empieza a llorar. Para cuando esto pasa ya han reposado bastante y vuelven al agua. La misma Sara Isabel, vuelve al agua y todos gozan.

Atardece, regresan todos a Girardot. A casa de la abuelita que en noviembre de este año (2010) cumple 94 años, con quien hace casi 12 años estuve en ese último paseo en el que yo casi me ahogo en el río Coello, cuando hubo que recoger ollas y toallas mientras el tío Miro prendía el bus en el que íbamos todos porque así de sopetón el río Coello se creció. Sí ese mismo río en el que mi mamá aprendiera a nadar, en el que mi abuela se bañara gloriosa todos los días a la edad de 11 años. Sí, ese mismo río en el que mi bisabuela Teresa conociera a mi abuelo José Antonio. A ese río me gustaría volver, cuando escucho las músicas felices de otros tiempos.


domingo, 21 de febrero de 2010

Sí, son nuevos.

Bueno, esta es la cuestión:

Tengo a mi prima, Verónica quien no se relaciona muy bien con la tecnología y aún así ha abierto su blog primogénito alentada por los miles de sueños que tiene y no quiere olvidar.

Tengo a Luzma, mi buena amiga, quien a partir de cierto número de casualidades, está deseosa de abrir su blog de modo que pueda empezar a escribir cosas a ver qué .

Tengo a Nani, mi alma protectora, que siempre se ha sentido tentado a crear su propio blog. Blogs de trasnocho.

A Mis chicas queridas, adoradas, bien-amadas amigas y hermanas, les doy la bienvenida. A mi buen amigo querido y adorado Daniel, también.

Y lo invito a usted, apreciado lector a que visite Son Las Ocho Aqui , Doce cero cero y Cara B.

:) :) :)

jueves, 4 de febrero de 2010

.las chicas solo quieren divertirse.

a mi prima y a mí nos gusta bailar.



Bogotá.
Enero de 2010.

sábado, 23 de enero de 2010

.Radiocosas Quinta Edición: Los muertos de aquí.


La gente viva no se muere igual en todas partes. La gente viva de aquí es violenta desde chiquita, por eso desde que son niños se empiezan a morir. Y mueren con horror en la cara, se mueren bien muertos, los muertos de aquí.
En las noticias informan de la muerte de un niño de 10 años, que encontraron en el lago Gatún a unos 40 minutos de la ciudad de Colón. Lo encontraron bien muerto, bien ahogado y sin güevas. A los tres días cogen a dos muchachitos de 12 años, que ya no van a la escuela, que cargan navaja y fierro y que mataron al de 10. En las noticias se cuidaron de no decir por qué, incluso después de haber mostrado el cadáver putrefacto del muchachito de 10 años al que después de torturarlo, estos dos diablitos de 12, lo tiraron al agua. La cara del infante difunto no la mostraron. Lo que es la prensa.
Melanie, de 11 años me pregunta si yo sé pelear y como yo no sé pelear le digo que no. Abre los ojos, los abre mucho y me pregunta que cómo así, que entonces yo qué voy a hacer si algún día alguien viene y me pega. Para ella es normal: 1. Que alguien venga y le pegue, 2. Que ella sepa pelear para poder defenderse. Momentos después me veo a mí hablándole a Melanie del diálogo, de la paz, de la gente que sale adelante sin pelear y mientras voy hablándole a esta pelaíta de 11 años, hay otros 3 infantes debatiéndose a muerte en el lago Gatún. Melanie, aquí tiene que saber defenderse. Qué bueno que supo cómo zafarse del hermano de su mejor amiga cuando intentó robarle 3 dólares que tenía, qué bueno que supo cómo huir del muchachito de 14 años que la pretende y se la quiere comer sin más ni más a como dé lugar. Qué bueno que Melanie sabe peliá, yo no duraría un minuto en Colón. Desisto de mi catequesis. El mundo es una mierda donde sea y a Melanie le toca saber peliar, pero qué bueno sería que leyera también.
Como en Colón a parte de los colonenses viven árabes, hindús, chinos, italianos y colombianos y como todos trafican algo, se mueren también en Colón. Y cuando aparece un muerto es fácil identificar la nacionalidad del autor solo con observar brevemente la escena del crimen.
Por ejemplo, si es un joven panameño de 23 años que trabaja en la aduana y muere decapitado en su carro a tres cuadras de su casa, la gente sabe que algún enredo tenía con los chinos y ellos lo mataron porque la semana pasada cogieron un cargamento gigante de heroína que provenía del lejano oriente y que llevaba como destino cualquier costa gringa. La teoría se confirma en el momento en el que después de 2 meses de investigación, la cabeza no aparece. Y la cabeza jamás va a aparecer, fueron los chinos los que lo mataron y ellos son así.
En cambio, si aparecen tres puticas muertas en una acera con señales de haber sido violentadas, violadas, golpeadas y/o torturadas y conservan intactos los 2000 dólares en efectivo que carga cada una y sus finas joyas, la gente sabe que los que las mataron fueron los italianos, esa gente tiene mucha plata y no buscaban a las puticas para robarlas. La gente también reconoce a los italianos por guardar las armas que trafican en los burdeles de la ciudad. Entonces, Tres putas + mil armas encaletadas en el burdel en el que trabajan + carteles que anuncian dos mil dólares de recompensa por información valiosa + tres capos italianos encanados y prestos para ser extraditados... No tiene pierde, los italianos que se salvaron de la cana no son bobos, las muchachas sí y por eso las mataron, por sapas.
Si después aparece muerto a bala un italiano que oscile entre los 18 y 30 años, sin plata, sin ropa y sin joyas. Limpio y empelota. Uno sabe que lo mataron los colombianos, de seguro alguna de las puticas muertas era familiar, o conocida, o amante, novia o simplemente una honrada compatriota. Y los colombianos todos se vuelven hermanos en el exterior. Mafioso filial, defiende a la familia y se echa de enemigo a tres generaciones de italianos. Y éste como es más vivo, aunque está picho de plata, igual le roba todo al italiano, no faltaba más. Papaya ponida, el orden normal.

Aquí los edificios están separados por el alley o callejón. Los edificios se diseñaron así para que tuvieran más de una puerta de ingreso, pero entre edificio y edificio nadie podría transitar, por la cantidad de basura que hay. Y bota de todo, esta gente. Como algunos edificios tienen solo un baño por piso y en cada piso fácilmente pueden haber 15 familias viviendo en 15 habitaciones de 3mt x 3mt, y nadie está exento de una emergencia sanitaria cualquiera a las 3 ó 5 de la mañana, cagan en bolsitas plásticas y cuidadosamente le hacen un nudito a la bolsita y como si la ventana fuera un shut de basura, la tiran al alley. Con tan mala suerte que al caer, el nudito no impide en absoluto, que la bolsa se rompa.
Pero no es solo mierda lo que tiran por el shut. Una vez en un periodo de 3 meses encontraron 7 fetos metidos en bolsas de basura. Iniciaron investigaciones y encontraron a una señora, fumadora compulsiva, vulgar compulsiva, gorda compulsiva, sumamente repulsiva, que hacía las veces de partera prematura y atendía su negocio de abortos en un Multi cerca al Mc Donalls de calle 12.
Por la noche los gatos salen a recorrer los techos, dan una vuelta, juegan, procrean, gritan y maúllan. Suenan como bebés. Como el alarido de un bebé. Entonces, no sería raro, que a uno lo cogiera desprevenido el alma en pena de un bebé en cualquier alley o callejón. Porque aquí no solo esa vez de los 7 fetos, sino muchas otras veces encontraron varios fetos por ahí tirados.

En estos casos a la gente no le queda duda, ese muerto era colonense, lo que no van a saber es si iba a ser músico famoso, campeón mundial de lucha o atletismo o boxeo, pandillero reconocido o medio mando, policía o tirano vividor.

Y de la asesina, lo que se sabe con certeza es que era una mujer desesperada y poco importa si era hindú, árabe, china, italiana o colombiana u oriunda de Colón.




Enero de 2010.

Colón, República de Panamá.

viernes, 22 de enero de 2010

Todo Bien.

Y me vengo para acá.
Donde casualmente comienza y termina todo.
Donde olvido mientras recuerdo, y finalmente se me olvida por qué es que me dolía tanto eso que traje para olvidar. Y luego no solo olvido por qué es que me dolía tanto eso que traje para olvidar, sino que verdaderamente se me olvida eso que traje para olvidar.
Entonces sale el sol, y los días son más limpios y yo me siento más liviana. Y voy a la playa y floto en el mar y juego con arena y me insolo y como cangrejo y pulpo y calamar. Y camino por las noches y manejo por la tarde y tomo sopa, me suelto el pelo, me río más y más duro, hablo más, escucho más, la abrazo y me abraza por todo y por nada. Y en la televisión veo novelas, las entiendo, las disfruto y me emociono con sus dramas y veo programas de Univisión, que son de lo mejor de la tarde.
Y todo está bien. Y se me olvida, sí. Sí que se me olvida eso que tanto dolió. Sí que se me olvida por qué era que me dolía el pecho como tan de verdad si todo eso fue siempre tan de mentiras.

martes, 5 de enero de 2010

Tres relaticos en los que lo que pasa, en realidad no pasó.


1.
Él y Ella.

Sí sabía que no todo lo que vendía esa señora era sano. Con eso y todo se acercó necesitado y sigiloso, le habló por detrás de las orejas, más coqueto de lo que alguien de su edad lo haría. Bajito, por el piso iba la voz en un susurro directo y locuaz que estremeció hasta el vestido de estampado de flores azules con centro rojo de esta señora que se decepcionó un poco cuando se volteó y vio que el progenitor de las palabras dignas de su palidecer era un pelaíto con ganas de trabarse. De similar tamaño fue la decepción del jovencito cuando vio el rostro cuarentón propietario de esas curvas veinteañeras.
Los dos cuando se ven frente a frente no se esmeran por disimular la decepción unánime que los une ahora. El diálogo antes de empezar ya significa una tortuosa labor para estos que pudieron haber sido novios si hubieran nacido el mismo año, vivido en el mismo barrio, parchado con la misma gente. Independientemente de que hubieran crecido al ritmo de Pastor López o de Blink 182.
Durante una pausa astral que bien puede durar una eternidad, se besan. Se amarran en una conversación en la que ninguno tiene escapatoria porque los une el amor incondicional y feroz que no necesita ser expresado porque como no están parpadeando, cada uno ve ese amor como recorre todo el cuerpo, hasta las pequeñas venitas de los ojos de ambos. Y aunque tratan, no se pueden esconder y entonces se aman profundamente en esa micropausa interminable y después de tanto amor, empiezan a odiarse. El uno no le puede perdonar a la otra que sea tan vieja. La otra no le perdona al joven que sea tan inexperto. Y se reprochan con las miradas que cada quien no pueda renunciar a las cosas innatas impresas en sus pupilas y se insultan y hasta se odian como asegura ella con su acentico apaisado que del odio al amor hay un solo paso y se odian como asegura él con su acentico apaisado empresarial que hay viejas más chimbas que ella. Y entonces la pausa austral los suelta en la mitad de San Juan con la setenta y los obliga a hablar y a despedirse para siempre:
-Vende armados?- Dice él.
-Cuántos?- Responde ella, sin dejar de verle los ojos.
- Tres. Cuánto es? Sin quitarle los ojos él a ella.
- Cuatromilquinientos.- Ella con la vista fija.
Y entonces él rompe la conexión que hubo. Baja la mirada y saca de su billetera un billete de cinco mil. Se lo entrega, recibe lo pactado y se aleja para siempre dejándola con las florecitas marchitas del vestido. Ella lo ve alejarse y sabe que lo va a odiar para siempre.

2.
Ella y Él.

Me gusta ese relato, ese que me contaste la otra vez bajo un árbol en donde nos sentamos para que nos cobijara su sombra, al que se le cayeron las hojas con una brisa muy fuerte que sopló.Te acordás que el viento se llevó mi sombrero y vos corriste toda la tarde intentando atraparlo? Y que luego de otro rato yo te dije que no corrieras más porque te ibas a cansar y la comida que yo había preparado para nuestra tarde de picnic se iba a cansar de tanto esperar, y aunque a mí me encantaba verte correr en contra luz te sentaste porque siempre me hacés caso cuando hablo con voz de mamá?-
¿No?
Pero cómo es posible que no te acuerdes de esa bella tarde. Si me dijiste viéndome a los ojos que no te perdonabas el no haberme conocido antes y así haber evitado que te casaras con esa zarrapastrosa –sí, zarrapastrosa dijiste- y entonces poder no vernos a escondidas sino en público y salir al cine y a los parques como los que se aman y se besan en público y que también dijiste cómo me llevarías a tu casa para presentarme a tus papás y cómo ellos me amarían porque siempre quisieron tener una hija de pelo rizado, pero después- y con esa risita juguetona que tanto amé de ti- me hiciste prometerte que me alisaría el pelo para las ocasiones especiales solo para ser la envidia de las demás primas tuyas que reaccionarían al ver cómo lo tengo de largo.
¿Cómo que no te acordás?
Pero si eso fue apenas la semana pasada, cuando llegaste de ese viaje tan largo al que te ibas a ir no sin antes despedirte de mí en una noche de fiesta en la que bailamos salsa, tomamos vino, nos reímos muy duro y fuimos a tu casa para dormir, pero no dormimos nada porque te enfermaste con esas donas que comimos al llegar y entonces yo te cuidé y te sobé la frente hasta que te dormiste.Increíble. No te creo, yo no te creo que no te acordés.
3.
Ella Sola.
Si se pregunta qué estoy haciendo aquí, le diré lo que ya sabe. Pero se lo diré porque, más que nadie, yo sé que le gusta que le repitan las cosas hasta tres o cuatro veces. Más que nadie sé que le gusta que le repitan las cosas tres o cuatro veces, porque en la gran mayoría de situaciones, usted está fijándose en la ropa, el acento, las mañas y cuanto detalle sutil no se escape de su concienzudo escrutinio al establecer una comunicación con un hablante cualquiera.
Pero óigame muy bien y ponga mucho cuidado. No me evalúe con tanta cautela y no pierda tiempo en nimiedades como el vestir, siempre fui sincera y en mi apariencia no encontrará más de todo lo que de mí ya sabe, porque –básicamente- nunca le mentí.
En cambio, fíjese muy bien en lo que va a decir, de qué modo moverá sus manos, a cuál horizonte mirará cuando configure sus mentiras y seleccione muy bien sus gestos porque si algo aprendí de usted, es a fijarme en los detalles y esta vez voy a desenmascararlo y no tendré piedad.

domingo, 3 de enero de 2010

Escenas previas al último respiro de cordura.



Y mirá que anoche soñé que se me dañaba la cámara. Se le desbarataba el lente. O un anillo que amarraba el lente. Y que el lente no era uno sino que eran varios, como 5. Eran lentes delgados, como lupas y como se soltó el anillo que los amarraba, se juntaban todos los bordes de esas lupas y se veían en las fotos que uno tomaba... Más raro.
También soñé que estaba como en una fiesta y estábamos todos los amigos pasándola bien y llegó un grupito de amigos de un amigo mío y ellos sí eran como muy decadenticos. Como muy de bromas pesadas y comentarios malucos y aparte se reían muy duro… en fin. Yo me parché con ellos y tenía la cámara al cuello y cuando la conversación murió yo empecé a examinar la cámara a ver si la podía arreglar y uno de ellos se me sienta al lado a mirar yo qué estoy haciendo y al rato, como a los quince minutos, me pregunta que dónde compré ese lente. Vino con la cámara, le digo. Y me dice él: Ah, ese lente es una chimba. Dejáme yo veo. Y entonces cuando le entrego la cámara suelta una carcajada y la tira por los aires a uno que está de espaldas al otro lado del cuarto y se voltea en el momento justo para recibir la cámara y entonces la coge en el aire, la examina y dice: No, por esto no nos dan pero nada. Mírele ese lente como lo está.
Yo que me las huelo en el aire y que siempre estoy pensando lo peor, ato los cabos mentalmente y en el acto sé: que esa gente maluca vino a cagarnos el parche y a robarme la cámara para venderla, por ahí derecho. Y a la velocidad del rayo cruzo miradas con una pelada de la gallada maluca que de inmediato sabe que yo descubrí los planes de la manada. Y entonces muy oronda, muy dueña de la palabra, muy dueña del pedacito itinerante por el que pasa y de todo el recinto, se levanta del puff rojo en el que ha estado echada toda la velada y con todo y sus crespos cortos, su piel morena, sus ojos grandes, sus curvas acaloradas, su tatuaje en la espalda y su voz ronca, articula lo que para mí es la más profunda humillación: Hey devolvele la camarita a la polla que está que llora.
Y mientras yo me derrito de la pena, se forma una carcajada general que va en un evidente y ensayado crescendo de burla grupal que se extiende por dos o tres minutos y termina con suspiros de dolor en el vientre de las chicas y groserías de los chicos. Luego de una brevísima pausa, la amazona humilladora se acerca al de los sensores en la espalda y con un jueguito en el que se acerca toda ella a todo él, le arrebata la cámara, se voltea y lo empuja hacia atrás con un leve –levísimo- movimiento del culo. Se dirige hacia mí y me clava los ojotes negros y a mí me invade el temor, porque esa vieja es una bruja y ella sabe que yo sé de su verdadera identidad. Entonces se ubica como a treinta centímetros frente a mí y me entrega la cámara con un golpe seco que yo amortiguo en el pecho y me dice con la misma voz ronca y segura de que todos la oyen a pesar de que ha bajado el volumen de la voz: tenga su camarita, pa que no chille.
Entonces, yo cojo la cámara con las dos manos y no le quito los ojos a los ojotes de ella, que se voltea con la misma parsimonia con la que se acercó y se aleja para sentarse en el puff rojo de la esquina.
Luego de esto, laguna sueñal. Pasan varias cosas, pero no pasa nada. Yo como que pude salir a donde estaba el resto de la gente y recriminarle a mi amigo, amigo de la gallada maluca, por qué los invitó o bien pude quedarme adentro tratando de arreglar la cámara o pude haberme despertado y haber ido a hacer chichí. No sé qué pasó. El caso es que cuando seguí soñando yo estaba otra vez en la salita con los de la gallada maluca, pero ya había como entrado en confianza con algunos de ellos. Y bueno, estábamos ahí en el relajo general, la música sonando, algunos bailaban y así, cuando pasa uno de rastas (que había estado conversando con la amazona un montón de rato) con una bandeja como con quince jeringas, diez bolsitas con un polvo amarilloso, cinco cucharas, tres candelas y un paquete de Marlboro rojo. Se para en la mitad de la sala y los trece integrantes de la gallada maluca –incluída la amazona- lo miran como perros desnutridos ante un opulento banquete canino, babeándose y temblando; se aclara la voz y dice: Bueno mis amores. Aquí les traje este regalito. Hache pal que quiera y Marlboro pal que no quiera Hache.
La gallada dura en un micro letargo en el que rápidamente se establece quién se shutea primero, quién después y quién va por los cigarros y luego de la distribución mental de los turnos y sincronizados como hormigas, empiezan sus labores de inyección. Caen los primeros cinco al suelo, extasiados, plácidos, con la vista fija en un punto que no es de este mundo; cuando la amazona se acerca a la bandeja para prepararse su jeringuita. Dice con la misma propiedad sobre cada palabra que concibe: a la pelaíta, sí a la fotógrafa, ofrézcamele malborito, que vea como puso los ojitos con todo este circo. Algo pasa. En esta ocasión no todos la oyen y no todos se ríen, porque unos ya están en otro mundo y otros aunque siguen en este, se nota que son de los que no siempre le celebran las burlas a la amazonita, a la que le perdí temor luego de verla toda babeada cuando el de rastas llegó con la heroína.
Entonces yo me paro de la butaquita en la que estoy sentada y me acerco a ella, más bien a la bandeja y cojo una de las candelas que nadie ha utilizado aún, para prender el cigarrillo que saco del medio paquete de Marlboro rojo que tengo en el bolsillo de atrás. La miro a los ojos –ya de tamaño normal- mientras prendo el cigarro y le digo: Mis malboritos los compro yo. Pero ella ya no me escucha, la mirada se le quiebra en treinta y cae al abismo orgasmal en el que la espera el resto de la gallada maluca.
Miro alrededor y todos están en una laguna virtual, moviendo pies y manos al son de una canción inaudible. Me fumo el cigarro de pie, en la mitad de todos esos cadáveres y noto que las cenizas están cayendo en la cara de la amazona. Me acabo el cigarro y me voy para afuera, donde el ambiente es más festivo.
Luego, algo pasa y me voy para adentro, pero esta vez con un amigo de otro amigo. Yo me voy para el baño y cuando salgo veo a este man con dos jeringuitas de Hache, listicas para ser engullidas. En tres milisegundos tengo al individuo éste apuñalándome en el cuello y estripando todo el contenido de la jeringuilla en mí.
Yo con los ojos muy abiertos, camino tropezando hasta afuera donde está Luis, mi mejor amigo. Llego donde él y lo abrazo y entonces siento un palazo detrás de las rodillas que me tira al piso y me llevo a Luis conmigo al suelo y él sin saber qué pasa, nervioso y con la vista clavada en mis ojos, me pregunta: Marica! ¿Qué te pasó? -mientras trata de levantarme. Y yo con la voz entrecortada le digo: Esa gente me chuzó, algo me metieron y me siento muy rara. Lúi, ayudame, Güevón. Él me abraza, me dice que tranquila y yo que sentía tanto miedo, por lo escabroso de la puñalada, por verme en medio de la decadencia de la gallada maluca, fastidiada por el olor a tabaco en mis dedos y mi en mi boca y en mi pelo; yo que tenía tanto miedo, me desplomo completa sobre el suelo y caigo en una nube rosada con la boca llena de algodón de azúcar, con dos bolas de plastilina amarilla –una en cada mano- que apreté por completo, con el sabor del vino en la boca y con los mil orgasmos simultáneos de los que tanto hablan.
Después de un rato, pienso que morí. Y después de otro rato me acuerdo que estoy soñando y en el mismo sueño, con el último respiro de cordura, pienso para mis adentros: juepucha, qué sueño más raro.

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