martes, 5 de enero de 2010

Tres relaticos en los que lo que pasa, en realidad no pasó.


1.
Él y Ella.

Sí sabía que no todo lo que vendía esa señora era sano. Con eso y todo se acercó necesitado y sigiloso, le habló por detrás de las orejas, más coqueto de lo que alguien de su edad lo haría. Bajito, por el piso iba la voz en un susurro directo y locuaz que estremeció hasta el vestido de estampado de flores azules con centro rojo de esta señora que se decepcionó un poco cuando se volteó y vio que el progenitor de las palabras dignas de su palidecer era un pelaíto con ganas de trabarse. De similar tamaño fue la decepción del jovencito cuando vio el rostro cuarentón propietario de esas curvas veinteañeras.
Los dos cuando se ven frente a frente no se esmeran por disimular la decepción unánime que los une ahora. El diálogo antes de empezar ya significa una tortuosa labor para estos que pudieron haber sido novios si hubieran nacido el mismo año, vivido en el mismo barrio, parchado con la misma gente. Independientemente de que hubieran crecido al ritmo de Pastor López o de Blink 182.
Durante una pausa astral que bien puede durar una eternidad, se besan. Se amarran en una conversación en la que ninguno tiene escapatoria porque los une el amor incondicional y feroz que no necesita ser expresado porque como no están parpadeando, cada uno ve ese amor como recorre todo el cuerpo, hasta las pequeñas venitas de los ojos de ambos. Y aunque tratan, no se pueden esconder y entonces se aman profundamente en esa micropausa interminable y después de tanto amor, empiezan a odiarse. El uno no le puede perdonar a la otra que sea tan vieja. La otra no le perdona al joven que sea tan inexperto. Y se reprochan con las miradas que cada quien no pueda renunciar a las cosas innatas impresas en sus pupilas y se insultan y hasta se odian como asegura ella con su acentico apaisado que del odio al amor hay un solo paso y se odian como asegura él con su acentico apaisado empresarial que hay viejas más chimbas que ella. Y entonces la pausa austral los suelta en la mitad de San Juan con la setenta y los obliga a hablar y a despedirse para siempre:
-Vende armados?- Dice él.
-Cuántos?- Responde ella, sin dejar de verle los ojos.
- Tres. Cuánto es? Sin quitarle los ojos él a ella.
- Cuatromilquinientos.- Ella con la vista fija.
Y entonces él rompe la conexión que hubo. Baja la mirada y saca de su billetera un billete de cinco mil. Se lo entrega, recibe lo pactado y se aleja para siempre dejándola con las florecitas marchitas del vestido. Ella lo ve alejarse y sabe que lo va a odiar para siempre.

2.
Ella y Él.

Me gusta ese relato, ese que me contaste la otra vez bajo un árbol en donde nos sentamos para que nos cobijara su sombra, al que se le cayeron las hojas con una brisa muy fuerte que sopló.Te acordás que el viento se llevó mi sombrero y vos corriste toda la tarde intentando atraparlo? Y que luego de otro rato yo te dije que no corrieras más porque te ibas a cansar y la comida que yo había preparado para nuestra tarde de picnic se iba a cansar de tanto esperar, y aunque a mí me encantaba verte correr en contra luz te sentaste porque siempre me hacés caso cuando hablo con voz de mamá?-
¿No?
Pero cómo es posible que no te acuerdes de esa bella tarde. Si me dijiste viéndome a los ojos que no te perdonabas el no haberme conocido antes y así haber evitado que te casaras con esa zarrapastrosa –sí, zarrapastrosa dijiste- y entonces poder no vernos a escondidas sino en público y salir al cine y a los parques como los que se aman y se besan en público y que también dijiste cómo me llevarías a tu casa para presentarme a tus papás y cómo ellos me amarían porque siempre quisieron tener una hija de pelo rizado, pero después- y con esa risita juguetona que tanto amé de ti- me hiciste prometerte que me alisaría el pelo para las ocasiones especiales solo para ser la envidia de las demás primas tuyas que reaccionarían al ver cómo lo tengo de largo.
¿Cómo que no te acordás?
Pero si eso fue apenas la semana pasada, cuando llegaste de ese viaje tan largo al que te ibas a ir no sin antes despedirte de mí en una noche de fiesta en la que bailamos salsa, tomamos vino, nos reímos muy duro y fuimos a tu casa para dormir, pero no dormimos nada porque te enfermaste con esas donas que comimos al llegar y entonces yo te cuidé y te sobé la frente hasta que te dormiste.Increíble. No te creo, yo no te creo que no te acordés.
3.
Ella Sola.
Si se pregunta qué estoy haciendo aquí, le diré lo que ya sabe. Pero se lo diré porque, más que nadie, yo sé que le gusta que le repitan las cosas hasta tres o cuatro veces. Más que nadie sé que le gusta que le repitan las cosas tres o cuatro veces, porque en la gran mayoría de situaciones, usted está fijándose en la ropa, el acento, las mañas y cuanto detalle sutil no se escape de su concienzudo escrutinio al establecer una comunicación con un hablante cualquiera.
Pero óigame muy bien y ponga mucho cuidado. No me evalúe con tanta cautela y no pierda tiempo en nimiedades como el vestir, siempre fui sincera y en mi apariencia no encontrará más de todo lo que de mí ya sabe, porque –básicamente- nunca le mentí.
En cambio, fíjese muy bien en lo que va a decir, de qué modo moverá sus manos, a cuál horizonte mirará cuando configure sus mentiras y seleccione muy bien sus gestos porque si algo aprendí de usted, es a fijarme en los detalles y esta vez voy a desenmascararlo y no tendré piedad.

4 comentarios:

  1. No importa si no ocurrieron. Ya ocurrieron porque los contaste tan bien que ya son de verdad. Y los dibujitos. Todo es como una ternura con una lucecita macabra por allá en el fondo. Un abrazo

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  2. Migue! Muchas graciasss- aprecio tanto que pasés por acá y me comentés. y mucho más que te guste :D
    Abrazo.

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  3. Que buen descubrimiento este sitio.
    Me haré visitante frecuente. Me gustan tanto esas historias que ya no fueron. Producen las nostalgias más duras.

    Saludos.

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  4. Muchas gracias jugodemaracuya me alegra que te haya gustado!
    bienvenido por este lar :)

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