lunes, 14 de noviembre de 2011

Un par de plagas.

1.
Esas hormigas quedaron desconcertadas luego de que me llevara a la basura, el vaso desechable con goticas de té que ellas habían venido a llevarse. Donde el vaso estaba, había un grupito de siete hormigas por ahí, que cayeron a llevarse de a gota de té -cada una- para la casa y cuando me les llevé el vaso esas las mismas siete se quedaron ahí: mirándose unas a otras no más. 
Como sea que se comuniquen las hormigas entre sí, rajaron de mí. Se dijeron que no es la primera vez que pasa que llegan por comida y que cuando ya han llegado todas, y que han trazado la ruta hasta la casa, llegue yo de buenas a primeras a llevarme el alimento o a cambiarlo de ubicación; a esconderlo en la nevera, o en bolsas sellables. Ahora las veo desconcertada yo porque ya no está el vaso de té, pero ellas siguen llegando.
Ya ni siquiera puedo contarlas. Me aventuraré a decir que son unas 30, aunque podrían ser más. Me parece que siguen llegando. Las siete hormigas iniciales lideran una gesta, pero desde aquí, acompañada de mi espíritu optimista de la calma, me cuesta descifrar si intentan ir a buscar el vaso de té y continuar con su recolección de alimento, o si vienen por mí.
La mesa principal da la bienvenida a mi espíritu paranoico. Mi espíritu paranoico hace una reverencia y se excusa por llegar tarde. Se sienta al lado de mi espíritu distraído. Intenta desatrasarse preguntándole al del lado que pasó -mientras se instala y acomoda en la silla- y como este último no le responde, no demora tres segundos en tomar la palabra.

Evidentemente este espíritu ya fue intervenido por las hormigas y parece no responder, ni enterarse, de lo alarmante de esta situación. No debemos darles tiempo a las hormigas de que continúen con la planeación de este terrible crimen que, sin lugar a dudas, nos perjudicaría de manera permanente a todos. Debemos ser contundentes con estos animales: perseguirlas hasta su nido y rociar veneno para acabar definitivamente con este problema.

Las hormigas lo escuchan hablar y cambian de parecer. No van por el té. Ahora vienen por mí.

2.
Zancudo, entiendo que no viniste a picar sino a morder. Sólo te sugeriría seducirme un poco primero. Es que llegas, de buenas a primeras, a robarme sangre; y no. No me parece. Es que es mía y mucho trabajo me ha costado confeccionarla a mi gusto durante toda la vida para que, así de simple, te la llevés. Y no contento con sólo llevártela, me dejás una roncha inmunda que me hará recordarte algunos días; y tampoco.Sabrías que soy complicada si en vez de aprovecharte de  tu condición incógnita, te presentaras y conversáramos. Yo te permitiría tomar los mililitros necesarios para ti y tu familia si me escucharas las historias que acá no tengo a quién contarle y al final del día me sentiría mejor; porque seríamos amigos. Y no te imaginas la falta que me hace un amigo presencial en estas latitudes donde no descifro las actitudes de nadie.Ojo, zancudo. No soy una persona triste, es sólo que extraño a mis amigos.

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