Esta mañana me he levantado y al tratar de hablar descubrí que se me acabó la voz. No dudo. Fue esa vez que hablé horas interminables de la devastadora situación política de los países más pobres de África. Odio haber hablado tanta mierda.
Y yo que te escuchaba desde acá no fui capaz de levantarme y matarte , por dos razones lógicas que se complementan. Es sencillo: Por estar haciendo la tarea de la lista de Schindler, estoy ocupada y no puedo perder tiempo valioso levantándome a matarte. Y por otro lado, al estar haciendo la tarea de la lista de Schindler, me deprimo por la muerte y no quiero matarte. No puedo, Bicho.
Pero Bicho, siento que agonizaste tanto tiempo boca arriba y te dolió, me siento responsable.
Y te confieso que en otra vida, de tener la oportunidad de matarte, no dudaría, Bicho: te mataría.
Descansa en paz y por favor aléjate de mis sueños.
Yo veo un mapa y creo entender un poco cómo funciona el mundo y la distribución de terreno, riquezas, playas, plata, gente, bla. Interesantes tópicos de los que hablaré otro día. O tal vez no.
Me quedo con los mapas y lo aleatorios que son. Me impresiona que delinear la tierra haya costado tanto dolor en las personas que lucharon por defender el ideal de otros más avispados que supieron mover peones para lograr su cometido: derrotar a muerte al enemigo y hacerle saber quién es el más fuerte y como recompensa debe recibir un premio de 80mil hectáreas de tierra presta para ser explotada. Le pegaron al gordo y corrieron la cerca lo que se les dio la gana. Luego alguien gritó: ¡Fuera Españoles! Listo: de aquí para allá Colombia, hasta por allá Venezuela, en esta esquinita Ecuador, por allí derecho Chile, Argentina abajo, Brasil a la delantera y aquí en la mitad Bolivia y Paraguay. Listo, hagan el mapa. Llevémonos bien, pero si se les ocurre correr la cerca, sangre correrá también.
Organizan ejércitos y se ladran duro. Por ahí de vez en cuando los presidentes se insultan y los lugareños reniegan de lo que no saben a cerca de las diversas situaciones políticas de los países aledaños. La gente entonces empieza a crecer con el orgullo de ser colombiano, venezolano, argentino, lo que sea. Y es una situación que me gusta analizar también porque definitivamente considero como azar el lugar en el que cada persona nació, precisamente porque las líneas divisorias de los países fueron hechas por otras personas que querían repartirse terrenos, explotarlos y llenarse los bolsillos.
No reniego de mi país, pero sentirme orgullosa de ser colombiana y desdeñar a los bolivianos, peruanos, venezolanos por sus dirigentes me parece absurdo. Y por eso callo cuando las discusiones de cafetería desbordan en una palabrería que menosprecia al prójimo latino por haber nacido en otras coordenadas. Gente tonta, villana y deslumbrante hay en t o d o el mundo. Ya.
Tampoco reniego Latinoamérica, nos ha tocado duro pero la gente igual vive y sí, el que no vive, muere. Simple. Como en todo lado. No reniego de Estados Unidos y su hambre de poder, porque me gusta el pop. No reniego de Europa y sus intelectuales arrogantes porque han sentado las bases del conocimiento por siglos. No reniego de oriente y la brutalidad de algunos de sus asesinatos, porque valoro su espiritualidad.
Ahora viene el gran pero. Y es que nadie está conforme. Pero esta inconformidad con la geografía social radica en el hecho de que las personas no se sienten muy felices desde el interior y entonces se inventan guerras, pleitos y demás achaques que terminan en problemas realmente graves.
Y aquí se enlaza lo que a primera vista parece que fuera un problema geopolítico, con el mágico mundo de la realización audiovisual y todo se debe gracias a que la vida latinoamericana es una telenovela. Nos gusta el drama, repartir herencias, recoger gamines y vestirlos bonito. Nos gusta la gente pobre que a punto de morir de hambre se gana la lotería. Nos gustan las parejas en las que el hombre traiciona a la mujer con su mejor amiga de la infancia y las deja preñadas a las dos al mismo tiempo. Hablo por mí y todo aquel que disfruta con Jorge Barón, Laura en América, Lady Noriega y Luz Clarita y siente cierto tipo de placer. Latino y culposo. Porque disfrutamos con lo que la gran mayoría agacha la cabeza pero que nos sirve para ver cómo es que fluye la vuelta a lo largo y ancho de este lado de América, tan alegre y jovial.
Esto no es más que mi pretensión de manifestar la alegría corporal que me genera la cumbia, la vista al mar, la mentalidad abierta del latino que se quiere expandir y que es consciente de que para el progreso, es más que necesario derribar barreras y sumarnos a una misma voz latina, rica -inmensa y cochinamente, rica- en recursos, pero pobre en iniciativas.
Bienvenidos gringos que gozan con la pobreza del tercer mundo. Bienvenidos latinos que quieren ser gringos. Bienvenidos latinos que aguantan hambre, agachan la cabeza y quieren ser europeos: aquí cabemos todos.
Veo señoras que conozco ataviadas bailando, sacan la colita, se muerden la boca pintada de rosado o anaranjado y con las manos sostienen una cerveza, o una mazorca y con la otra mano señalan lo que para ellas merece tremendo énfasis en cualquier canción de balneario.
En la piscina están los 3 hijos de cualquiera de estas señoras, acompañado de sus 7 primos, y los 13 amiguitos que conocieron más temprano ese mismo día. Los 23 niñitos ya se hicieron pipí en el río y aunque todos lo saben se esmeran en negarlo, habrase visto mayor desfachatez.
En el río, pero en la parte más retiradita, está esta hermosa adolescente a quien le gusta la salsa, lleva 2 meses con su novio, planea graduarse en octubre y casarse con él en diciembre. Ella sueña con poder llevar a sus hijos y sus nietos a este mismo balneario y se ve así misma relatándoles la historia de cómo su padre/ abuelo la sedujo una vez en ese mismo lugar 15 años atrás.
Ella, convertida en una abuelita, gozará con la visita de cada domingo de sus 7 hijas y sus 11 nietos correteando por toda la casa, cocinará para todos y nunca, nunca se quejará delante de nadie que no ostente el título de marido, es decir, el joven que en este momento le besa la oreja y le dice cochinadas, pero –eso sí- bien pasitico para que el papá que está detrasito de ellos vigilando lo que hacen no se entere, no se enfade y lo siga queriendo siempre para hablar de fútbol y de política así terminen peliando siempre.
Una de estas señoras descarga el esqueleto de la mazorca en una mesa blanca marca rimax, se dirige hacia el asador improvisado en dos ladsrillos y unas cuantas varillas y voltea los trozos de carne de cerdo que ya casi van a estar. Con esa vocecita de mamá que está pasando bueno, que está un poco muy ebria y que está tan feliz, tan gratificada con toda su familia por celebrarle el cumpleaños en el lugar en el que aprendió a nadar, llama a sus hijitos a que vengan y coman de esta carne tan deliciosa que trajo el tío Eduardo. Llama a Luis Iván, a Jorge Edgar, a Miguel Alejandro, a Victoria Isabel y a Juliana Andrea y a cada uno les sirve una generosa porción de papa salada, carne asada, mazorca asada con mantequilla y sal, yuca frita, pedacitos de chorizo y patacones finamente salados. Una porcioncita de ensalada, porque es que a los niños casi no les gustan las matas y del cooler agarra otra cerveza para que no se le baje el ánimo.
Don Carlos, sobándose la panza la besa por detrás de la oreja y picaronamente le dice, espere y verá mija, que vea lo que le compré. Ella sonríe, se voltea y en ese momento suena una canción de Pastor López que los dos se saben de a pedacitos, que bailan completa y disfrutan como nunca. Los niños, terminando la ración que parecía interminable de tanta fritanga, se disponen a lanzarse uno a uno al agua y en medio de la bulla general de todos los tíos, claramente se oye la voz de la tía Fanny, que puede que no sea la más bonita pero sin duda es la más agraciada, alcahueta y coqueta: No se pueden meter ya niños, se tuercen. Vengan bailen un ratico, reposen! dicha esta línea y con la mano derecha después, se lleva a la boca pintadita toda de rojo un cigarrillo marca President que sopla muy sensual al ritmo de cualquier otra canción de Lisandro Mesa . Los niñitos, todos frustrados deciden jugar a la lleva. Y empieza el correteo, por aquí por allá hasta que Sara Isabel se cae, se raspa toda y empieza a llorar. Para cuando esto pasa ya han reposado bastante y vuelven al agua. La misma Sara Isabel, vuelve al agua y todos gozan.
Atardece, regresan todos a Girardot. A casa de la abuelita que en noviembre de este año (2010) cumple 94 años, con quien hace casi 12 años estuve en ese último paseo en el que yo casi me ahogo en el río Coello, cuando hubo que recoger ollas y toallas mientras el tío Miro prendía el bus en el que íbamos todos porque así de sopetón el río Coello se creció. Sí ese mismo río en el que mi mamá aprendiera a nadar, en el que mi abuela se bañara gloriosa todos los días a la edad de 11 años. Sí, ese mismo río en el que mi bisabuela Teresa conociera a mi abuelo José Antonio. A ese río me gustaría volver, cuando escucho las músicas felices de otros tiempos.
Tengo a mi prima, Verónica quien no se relaciona muy bien con la tecnología y aún así ha abierto su blog primogénito alentada por los miles de sueños que tiene y no quiere olvidar.
Tengo a Luzma, mi buena amiga, quien a partir de cierto número de casualidades, está deseosa de abrir su blog de modo que pueda empezar a escribir cosas a ver qué .
Tengo a Nani, mi alma protectora, que siempre se ha sentido tentado a crear su propio blog. Blogs de trasnocho.
A Mis chicas queridas, adoradas, bien-amadas amigas y hermanas, les doy la bienvenida. A mi buen amigo querido y adorado Daniel, también.