viernes, 18 de diciembre de 2009

Cuarto C

Nos quedábamos sentados horas y horas hablando, ríendo, comiendo, leyendo, inventando realidades paralelas a punta de qué tal si . El tiempo se nos iba muy lento y nos reíamos mucho. No teníamos afán de nada, solo de alimentar el alma, nutrir el conocimiento y recorrer la autopista interestelar ultraoceánica de las escalinatas en el occipital. Tunnn! Una luz directa entraba por el ojo derecho y atravesaba toda la corteza craneal y alguien reía diciendo: lo mataste, guardá ese celular.

Nos poníamos apodos, comprábamos chocolatinas y leíamos el oráculo. Hubo una temporada, cuando fuimos al mar, en la que los oráculos siempre hablaban de criaturas marinas: peces, algas, ecosistemas del mar. Entonces reaccionábamos sorprendidos porque el destino nos arrastraba a la orilla del mar y sabíamos que no podíamos escapar, tampoco es que lo quisiéramos. Una vez frente al mar, nos acercábamos más. Los colores se saturaron, el volumen subió. La algarabía era tal, que cada uno tenía su propia algarabía y la administraba sin austeridad. Todos gritábamos y todos nos escuchábamos. Todos respirábamos a la vez. Todos nacimos después de ver las luces debajo de una carpa verde.

Luego, vimos que la magia se acababa porque todos éramos muy humanos. Mientras estuvimos juntos, fuimos muy felices porque nos esmerábamos mucho en disimular esa humanidad, pero seguía ahí muy adentro de todos. Entonces empezó la mala vibra y cuanto más nos queríamos más insoportables éramos todos para todos. Entonces ya no podíamos estar todos juntos y si nos reuníamos todos, ella sacaba excusas y decía que no podía. Y si se reunían todos y yo no podía, entonces ella sí iba. Luego, fueron ellos dos. Ellos empezaron a actuar muy raro. Pero todos entendimos esas miraditas, incluso antes de que se supiera. Y estaba bien, el amor está creado para ser dado. Pero el amor no era para toda la gallada, era para ellos dos. El resto, seguíamos ríendo, seguíamos mofándonos de todo con la misma parsimonia y con el mismo deleite.

Ya no nos veíamos tanto. Ya cuando nos veíamos, no gozábamos como antaño. Entonces todos evitábamos la reunión, incluso sabiendo que el rato departido no iba a ser tan malo y efectivamente, nunca lo fue. Aún así lo seguíamos evitando y éramos hipócritas porque entonces, cuando nos encontrábamos en cualquier cafetería nos saludábamos sonrientes, con la misma camaradería en los ojos, con el mismo jueguito de palabras que excluye a cualquiera que no haya estado en todos y cada uno de los parches y en el momento de la despedida del esporádico encuentro en la cafetería, nos recriminábamos juguetonamente y todos coincidíamos en que hay que parchar, hay que parchar. Aún sabiendo que ya nadie quería parchar. Ya sabíamos que la magia se había ido y que ahora era angustioso reunirnos y no tener de qué hablar. Era angustioso reunirnos a recordar el pasado en el que tango gozamos y después de un par de risas y miradas nostálgicas a la nada, era patético vernos amarrados a ese pasado.

Finalmente después de mucho dilatar el encuentro, se dio justo en el lugar donde más nos reuníamos a departir en tiempos pasados. Nos reunimos con la tristeza en la mirada. Sabíamos que nos habíamos perdido notando por demás las humanidades de todos y en ese momento ya no había más tiempo de dónde sacar una tarde para reír. La más pequeña de todos, se iba por mucho tiempo y había que despedirla con alegría, para que nos recordara como siempre y se llevara la cálida boquita sonriente, que tanta falta le haría en esas frías tierras lejanas.

Y entonces como una maldición, cayó la realidad sobre nosotros. Volvieron las responsabilidades y el calendario escolar. Volvieron los intereses individuales por encima de los de la gallada y nos fuimos perdiendo cada uno en la propia rutina. Y se nos fue olvidando que todos los martes subíamos a la montañita, que todos los miércoles íbamos a ese parque, que todos los jueves veíamos el atardecer en Holanda, que todos los viernes eran de risa, que todos los sábados eran de fiesta y que los domingos hacíamos planes a futuro.

Y cuando nos encontrábamos en las cafeterías, nos seguíamos saludando con el mismo cariño, pero ya sin ataduras de concretar un encuentro. Y después de un tiempo vimos cómo todos empezábamos a andar con otras gentes y cómo esas nuevas gentes a veces se mezclaban con las viejas gentes y cómo a veces no. Y está bien. A veces nos encontramos todos en la misma esquina del recuerdo, porque todos estamos pensando en lo mismo justo en el mismo momento. Pero después de un par de pestañeos, y una mirada nostálgica a la nada, se desvanece la esquina y vuelve el plano real.


lunes, 30 de noviembre de 2009

No sé.

Yo no sé si era que estaba haciendo mucho calor, o que el colchón tenía una forma irregular producto de mis bailes saltados de la tarde, o el zumbidito interno del edificio que siempre está, o la armoniosa melodía que sale de las extensiones navideñas de luz, o que la gata no hacía sino correr como loquita por toda la casa -como cuando se enloquece-, o los sonidos de pólvora esporádicos propios de esta época decembrina, o el dolor de espalda que me acompaña los últimos días, o el chirrido de los grillos HD que se posan en el marquito de la ventana, o las ideas vagas, o las bobadas en las que –definitivamente- ya no debería pensar, o la cancioncita esa que repito en mi cabeza, yo no sé que fue, pero anoche no pude dormir.


viernes, 27 de noviembre de 2009

Radio Cosas. Cuarta Edición.

En el cine, se sientan al lado mío: un ex convicto y su pareja con sombra de ojos dorada y aroma a pachulí, que termina los verbos en tiempo presente conjugados en tercera persona con S (el que sea. Ejemplos: vinistes, gastastes, comprastes, etc.).

Empieza la Harry Potter y el misterio del príncipe*: Juepucha, grandes aventuras te esperan Harry, eres el elegido. Ya lo sabía, leí el libro, pero, wow!, qué efectos, qué maravilloso montaje, qué espléndido maquillaje! QUÉ EFECTOS! (ya, lo dije antes, sí, pero es que ¡UF!)

Le suena el celular al puto ex convicto (ringtone monofónico, so pobre hijo de perra) y a este ni le importa estar en una sala de cine, ni que sea el estreno de la 6ta película de Harry Potter, ni que la sala completa esté en silencio, y contesta airoso con su acento de montaña finamente encarnado en su haber. Si ñeño, espéreme que estoy en cine con la polla. Yo tengo que ir allá, pero apenas acabamos de entrar. Sí mejo, yo le caigo. Guárdeme, guárdeme. JUAJUA. Chao que estoy en cine.

A este pseudonormal, el celular le sonó un total de 7 veces. Las siete veces lo contestó. Yo lo tenía a escasos 50cm de mi corpórea presencia y su acentuado hablar y su barriga prominente y la fragancia de la novia, moza, esposa, querida, amante, amiga, mujer, acompañante, me revolvía las crispetas y la 7up que mi adorado padre había comprado para mí*** . La señora, después de la primera hora y media de la película, dice en perfecto español apaisado, montañoso, carnudo, seseante: ay si ve amor, yo le dije que meor nos fuéramos pa la etenta.

Los odio, los odio, los odio. ¡Putos! Lárguense, a qué entraron! Pienso para mí en mi alarido diálogo interior: déjenme el contacto con el filme, déjenme degustar en mi silencio y el de la sala, todo lo que David Yates preparó con tanto esmero para mí. Y no soy solo yo, al genialísimo Eijenbaum, hace mil años, y a mil quilómetros de acá se le ocurrió que al espectador el mínimo ruido exterior ajeno al filme le perturba mucho más que si estuviese en teatro. Si los espectadores que están junto a él, charlan, ello le impide concentrarse en el movimiento del filme; su ideal es no sentir la presencia del resto de espectadores, sino estar a solas con la película, hacerse el sordomudo. Así que a callar, malditos, a callar!

(…)

Las 2 horas 10 minutos que duró la película fueron tortuosos para ellos, porque en todo ese tiempo jamás supieron qué pasaba. Tortuosos para mí, porque en todo ese tiempo tuve exorbitantes, inigualables, incomparables e incontrolables niveles de ira en mi interior. Y porque finalmente, me quedé esperando mucho más de la película****. Pienso para mis adentros- otra vez- : qué gran bendición haber leído el libro previamente. Es más deliciosa la aventura, más descrita, más emocionante. La película: no debería quejarme tanto, los efectos son buenos y Bellatrix Lestrange es interpretada nada menos que por Helena Bonham-Carter -linda, adorada.

En fin, ir al cine a veces puede ser una pequeña pesadilla portátil. Hoy la desecho, se van al averno tú ex convicto y tu mujercita olorosa. Se van hoy mismo.


*Sí, me gusta Harry Potter. Sí me leí los libros. Sí voy a los estrenos de las películas. Sí, sueño con cómo sería el mundo si Hogwarts existiera y mis hijos** pudieran asistir construir su conocimiento hacia el futuro allí, de la mano de la señora McGonagall, de Hagrid, de la adorada Mrs. Pomfrey.

**Una cosa: Esta fantasía se confirma como falacia en el momento en el que menciono a mis hijos, que solo existen y existirán en el platónico plano de las ideas o en el onírico plano freudiano de los sueños. Ya los maté. Ya, fin del asunto. Segunda cosa: -respecto a mis hijos- No hay agua para ustedes!. La que les corresponde, me la voy a tomar yo, o la voy a utilizar para enjuagarme el pelo cuando me lo pinte. ¡JA!

***No soy partidaria de comer en los cines. A los cines se va a ver películas. Se come después o se come antes, no durante la película. Pero, no sé. Padre estaba generoso y se adelantó. Ni modo de rechazarle tan apreciado líquido vital, de la mano del delicioso maíz salado. (what ever)

****Otra cosa: No entraré en el absurdo debate de las adaptaciones cinematográficas Vs. obras literarias. Es basura, es perder tiempo valioso: cada obra se analiza como lo que es y punto. Obvio tendrá aspectos positivos como película, tanto como novela. FIN.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

miércoles, 28 de octubre de 2009

No importa. 6 Datos aleatorios: Una historia, una croniquita ahí y 4 canciones.

1.
Voy en lancha. El agua se está metiendo por un hueco gigante que hay a babor. Miro para todos los lados y solo hay agua. Tan lejos todo. Aquí hasta los colores se demoran en llegar.

El agua va por la mitad. Yo estoy sentada en la mitad de la lancha. El agua me mueve, el cielo está despejado. La lancha se hunde. Yo floto. Yo flotando en la mitad del mar con ese cielo puesto encima, solo yo lo veo. Pasan 3 horas. Después de la sexta, me pregunto hasta cuándo voy a flotar. No tengo hambre, ni sed. El movimiento del agua me agrada. El cielo se pone negro y hay tantas, tantísimas estrellas que se empiezan a caer: Qué maravilla, me gusta flotar y ver el cielo sin afán.

El agua me abraza. Abro los ojos y el agua es el cielo ahora. Hay unos rayos de luz que bailan con el agua. Estiro los brazos y los toco. Qué parsimonia. Debajo del agua yo voy como corriendo pero no avanzo. Se ralentiza todo. Ya ni me acuerdo a dónde era que quería ir cuando corrí. No importa, estoy tan bien aquí. Agua tibia, los rayitos de luz, mi pelo moviéndose como el agua. Qué gran maravilla. Me gusta ser agua y ver en blanco y negro.

2.
Martes 5:30pm
Iba en esa silla que tanto me gusta en el bus*, cuando una señora putió al conductor.
Somos TAN violentos.
Estaba lloviendo muy duro. La gente quería llegar a su casa. El bus estaba repleto. Después de la putiada, todo el bus se abalanzó sobre el pobre busero que no sabía dónde meter la cara.
Quiero llegar a mi casa ya.
El taco de la nutibara retrasó 20 minutos mi anhelada llegada al hogar.

Miércoles 6:00pm
Decidí sentarme en la primera silla a la derecha, la que da a la ventana.
De aquí se ve otra cosa, es más amplia la vista, más limpia.
Como está empezando a llover a las 3 de la tarde, a las 6 –a veces- ya ha escampado y entonces la tarde queda con ese amarillito que tanto amo. Arrancó el bus y dos segundos después estaba repleto.
No importa.
Yo iba bien estrenando sillita. Estrenando vista. Luz roja, para el bus. Como yo miraba hacia afuera, fue inevitable ver en la panadería de la esquina, la cinta amarilla de la policía que cercaba el lugar, el carro de la fiscalía, el de la policía, por ahí unos 13 ó 17 mirones, 4 ó 6 policías, un cadáver, un charco de sangre, una mesa con coquitas rojas de plástico y sobras de pan, 3 botellas de coca-cola y 3 personas llorando histéricas.
Quiero llegar a mi casa ya.
Había taco** en la nutibara***. No estaba lloviendo.

Jueves 10:00pm
Después de las aventuras animadas de la pandilla, este bus que amo porque me deja en la puerta de mi casa, jamás pasó. En cambio, llegó este otro que da muchas vueltas y me deja a 7 cuadras de la casa. Listo. No problema. Me monto. Yo, para variar, quiero llegar a mi casa ya. (…) Se choca el bus, hacen bajar a la gente. Unos esperan el próximo bus. Yo camino unas 7 cuadras más de las planeadas.
Quiero llegar a mi casa ya –pensé.
Menos mal no llueve –pensé.

*ventana. lado izquierdo. casi al final.
** Taco: trancón, tranque, embotellamiento. Poca o nula movilidad de los carros.
***Nutibara: una calle muy concurrida.

3.
Música Ultrachimba de bus:



domingo, 18 de octubre de 2009

Radio Cosas. Tercera Edición.

Señora que se sienta a mi lado en el bus: Ten mucho cuidado y piénsalo muy bien antes de hablarme, más si es un miércoles a las 4, lunes a las 3 ó viernes a la 1.30 : yo no voy a querer hablar; por el contrario, si me preguntas la hora, la calle, la ruta del bus, el nombre de mi tío, el lugar de procedencia de mi apellido, la marca de mi saco o la razón del color de mis uñas, tal vez te escupa el rostro.

Y no lo tomes personal, es solo que en el bus, odio a las señoras como tú, que con una temperatura de 47ºC a la sombra, estás finamente arropada como si estuviéramos en Verjoyansk. Señora, Medellín hoy en día linda con la esquina superior izquierda del infierno. Entérate.

Me molesta, -porque me molesta enormemente- que me agarres del brazo con confianza y acerques tu arrugada cara a 30 cm de mi juventud y me preguntes: ¿este bus por qué dobló por aquí?. Sé tan amable de respetar mi burbuja personal y mi epidermis y no me preguntes tremenda estupidez!. ¿Cómo que por qué dobló por aquí? El bus dobla, por donde dobla porque así es su ruta, está escrito, no puede hacer nada para cambiarlo a menos que sean más de las 6 de la tarde y pase por la cuarta brigada –que le toca dar una gran vuelta- o más de las 9 de la noche y haga lo que le dé la gana… de otro modo, dobla por donde dobla porque sí!. Si tú no sabes para dónde vas, o por dónde dobla el bus, vete en taxi y cuando llegues a donde tienes que llegar cerciórate de que te pise una tractomula.

Señora, no me hables. Mira lo que me haces pensar. Yo soy un ser de paz, pero te odio. No me hables y no me toques y todo estará bien.

jueves, 1 de octubre de 2009

de la buena Suerte

Me levanto a propósito con el pie izquierdo para tener mala suerte y entonces me va muy bien.

Volteo a la izquiera por la tercera cuadra, subo las escaleras y toco el timbre. Qué maravilloso lugar: hay un gato negro, una escalera contra la pared y frascos de perfume dispuestos para ser quebrados, porque ahora resulta que traen mala suerte también.

Entonces entro, me siento en la silla más vieja. Me devuelvo a la entrada, solo para pasar otra vez bajo la escalera y que llegue a mí la mala suerte de una buena vez (...) Nada.

En la silla otra vez, Bola Negra se sienta en mis piernas. Le sobo las orejas y empieza a ronronear. Se voltea y me deja sobarle la panza. Ronronea más. Y pienso yo: pseudo felino del demonio, regálame algo de mala suerte (...) Nada.

Desesperada, i r a c u n d a, colérica, voy a la repisa empolvada donde hay 12 frascos de perfume y uno a uno los tiro por la ventana. La gente con buena suerte los esquiva, los otros con mala suerte los reciben en la cabeza y qué gran envidia siento de estos últimos.
Hay 11 frascos de perfume, todos quebrados. La tarde huele hediondo. Este olor me marea. Lanzo la última botella y -maldición- no se quiebra. Qué buena suerte la mía.